Me sorprende lo sencillas que son mis últimas fotos para Foto-Retos pero, la verdad, son conceptos tan naturales que no me piden añadidos ni ediciones complejas. Mi mayor pasión es, de hecho, naturaleza en sí misma. A estas alturas, no sorprenderá a nadie que diga que amo las aves por encima de todo en este mundo. Salir al campo, escucharlas, observarlas, admirarlas. No se me ocurre mejor manera de pasar el tiempo. Precisamente hoy tenía programada una jornada de anillamiento, que ha sido suspendida por las lluvias. No sabéis el mono que tengo de volver a tener pajaritos en mis manos. Y en mis labios, porque soy esa a la que le da igual que tengan parásitos o estén sucios. Ni un pajarín sin su beso. Ni uno. Voy a darle un achuchón a Pipo. Os dejo disfrutando de los trabajos del resto de compis, ya sabéis, aquí.
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Han pasado tres febreros desde que concebí esta fotografía y, por fin, hoy, la tengo.
"Frutos de muerte" es una fotodenuncia contra el abandono y asesinato masivo de galgos y otros perros de caza que, años tras año, tiene lugar en febrero en nuestro país, al acabar la temporada de caza. Después de una corta y dura vida, de entrenamientos extenuantes, trato deplorable y demás penurias, en la mayoría de los casos, muchos de ellos acaban vagando por los campos y atropellados en las cunetas, muertos de hambre o condenados a una vida de soledad y abandono. Otros son asesinados de infinidad de maneras: tirados a pozos, quemados vivos, de un tiro y, en muchas ocasiones, ahorcados. Pero ahorcados con alevosía, dejando que sus dedos rocen el suelo, de forma que aguanten horas y horas hasta que, agotados, se dejen caer y cedan ante la soga. Ésta es la vida de cientos de miles de perros, cada año, en España. Os recomiendo muchísimo que veáis el documental "Febrero, el miedo de los galgos" y, sobre todo, que lo compartáis con todos aquellos que no saben o no quieren saber. No os perdáis el trabajo del resto de compañeros, como siempre, aquí. Esta semana he querido homenajear a una de mis mujeres referente. Ella es Harriet Lawrence Hemenway. A finales del sigo XIX, junto con su prima Mina B. Hall, horrorizadas por las masacres que sufrían las poblaciones de aves, cazadas hasta casi el exterminio para usar sus plumas en la confección de sombreros, iniciaron un boicot por todo lo alto. Consiguieron que más de 900 mujeres de la alta sociedad bostoniana dejasen de utilizarlos y fundaron una agrupación para la conservación de las aves. Todo ésto llevó a la ilegalización del comercio de plumas y fue el germen de la National Audubon Society, una de las organizaciones medioambientales más importantes de América. Y, claro, alguna foto más ha salido. <3 ![]() Si queréis saber algo más sobre estas dos mujeres alucinantes, podéis pinchar aquí y aquí. Si os pica la curiosidad por saber quién era ese tal Audubon, os recomiendo mucho éste comic. Y si queréis flipar con los trabajos del resto de compañeros, ya sabéis. "Nueva vida" tiene mucha historia detrás. Hace algo más de 11 años, trabajé durante unos meses en una tienda de animales. Aprendí muchísimo allí, casi todo negativo, sobre todo a estar totalmente en contra de su existencia. Pero no me llevé sólo lecciones, también amigos de todas las especies. Entre todas las jaulas, había una a la que nadie quería acercarse; estaba sucia, descuidada y habitada por un loro aterrorizado y muy agresivo. Si te acercabas, se lanzaba a picarte a través de los barrotes y gritaba como un loco. El resto del tiempo lo pasaba en el rincón de la jaula más pegado a la pared. Me dio mucha pena y decidí que mi prioridad iba a ser socializarle un poco para que algún día alguien quisiese llevárselo a casa y darle una vida feliz. Con paciencia y tiempo fui consiguiendo que me dejase acercarme, pude mantener su jaula limpia, cambié su alimentación y empezó a confiar un poquito en mí. Ya era como el resto de animales que había en la tienda, pero yo seguí dedicándome a él. Tras muchos picotazos, empezó a aceptar pipas de mi mano ( "toma, un pipo, cariño") y la gente empezó a interesarse por el loro simpático. Cada día que libraba me quedaba en casa sufriendo por si alguien se llevaba a "pipo", hasta que un día fui consciente de que no podía vivir sin aquel bichejo y me lo traje a casa. Así, sin preguntar ni pedir permiso a mi familia, de cabeza, como las mejores cosas que he hecho en mi vida. Recuerdo que pensé que me iba a arrancar las manos cuando las metiese en la jaula en la que estaba para cambiarlo a la diminutez que me había prestado para poder llevármelo. Pero no, se dejó coger como sabiendo que todo aquello era para bien. Llegamos a casa y le instalé en mi habitación. El primer día, a pesar de tener la puerta abierta, no se atrevió a salir. El segundo día, salió, trepó hasta lo alto de la jaula, y voló directo a mi cabeza. Me eligió a mí y eso me emocionó tanto que no lo olvidaré jamás. Dejó la muerte en vida que era aquella jaula y vino directo hacia su nuevo hogar: yo. Os dejo aquí esas imágenes que, afortunadamente, tengo bien atesoradas. :) Desde entonces, es todo lo libre que puede ser un loro que no vive en la naturaleza. Es el amo de la casa y tiene una jaula abierta día y noche, a la que no entra ni por equivocación. Ni falta que hace.
Y de todo ésto va la foto de esta semana. No estoy del todo satisfecha con cómo se ve, porque Photoshop se ha cargado el archivo que tenía trabajadísimo y he tenido que empezar de cero, bastante cabreada y con la cabeza dando guerra. Sin embargo, tiene toda la carga emocional de este mundo. Eso os lo aseguro. No os perdáis los trabajos del resto de compis, aquí. Ésta no es la imagen que había pensado para el reto sangre, pero tampoco pensaba que la semana se iba a complicar como se ha complicado. La idea inicial involucraba a mis padres y abuelos, y quería representar nuestros lazos de sangre. No ha podido ser, han tenido que salir todos de viaje por la muerte de un familiar querido. Yo no he podido acompañarles porque al primer brote de gripe del año le he gustado y aquí estoy, con fiebre en la semana más calurosa de la historia de los septiembres. Tampoco he podido ir a la manifestación antitaurina que está teniendo lugar ahora mismo en Madrid. He hecho esta foto como penitencia por mi ausencia. He querido dejar en ella todo el dolor que las personas inflingimos a los animales. La venda reprensenta los dos opuestos: aquellos que no quieren ver para no darle trabajo a su conciencia y también a aquellos que no quieren mirar porque es demasiado terrible. Lloro cada vez que veo las barbaridades que tanto parecen divertir a esa multitud de salvajes. Lloro sin necesidad de verlas, sólo con pensar en ellas. A veces me parece que es la sangre de todos esos inocentes la que me sale por los ojos.
#noalmaltratoanimal #torturanoescultura #misiónabolición |
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